Profesional freelance: ¿sabes que puedes utilizar ColorIURIS para proteger tu trabajo, cuando envias una muestra del mismo a un cliente?
El caso más sonado en la red últimamente es el de Raúl. Pero es un problema más frecuente de lo que parece. ¿Como puede un diseñador gráfico asegurar que el cliente no va a aprovechar las pruebas que se le envían a modo de muestra en lugar de encargar el trabajo completo? ¿Cómo un autor que envía un libro a un editor, que éste no lo va a editar sin su permiso? ¿O un músico que envía un jingle de prueba a una emisora de radio? Incluso a los consultores les pasa parecido.
ColorIURIS puede ayudar a resolver esta problemática. Además de ser un medio idóneo para registrar la autoría de una obra, permite tener constancia del compromiso de uso del material por la parte receptora.
¿Como?
Imaginemos el siguiente proceso:
El autor sube su contenido a uno de los servidores de ColorIURIS, y selecciona para el mismo un tipo de contrato, adaptado al país donde desempeña la actividad, y al tipo de obra, y que restringe el uso del mismo al uso privado. Le envía posteriormente la dirección web donde aceptar el contrato y descarse el contenido.
El cliente, en este caso, si actúa de buena fe, lo aceptará sin problemas: le permite ver el contenido, evaluarlo, y si le gusta, contratar al autor. Ya que a nada más está autorizado de momento. Y caso de que no lo hiciera así, el autor tiene escrito el compromiso adquirido por su cliente, compromiso que si rompe, tiene prueba para exigir la satisfacción adecuada.
Ya, claro, pero ¿y si el cliente pone, por ejemplo, una dirección de correo falsa?
El sistema también protege contra esta eventualidad. En el momento de aceptar el contrato, se almacena la dirección IP desde donde se ha realizado la aceptación, así como el sello de tiempo (otorgado por un certificador oficial). Con estos datos, la policía puede, llegado el caso, saber desde qué proveedor accedía el cliente incumplidor a Internet en el momento de la descarga, y, a partir de ahí, con qué compañía telefónica o de cable trabaja, y de ahí a conocer el domicilio del titular de la línea (y que se presente en su casa la policía) va nada. Incluso si se ha accedido desde un cibercafé, también es fácil controlarlo.¿O crees que no dejas huellas o que eres invisible cuando estás en un cibercafé?
Y, por si fuera poco, ya el hecho de incluir una dirección de correo falsa se puede interpretar como que se actuaba con intenciones poco claras desde el principio, por parte de un juez. Más fácil todo en caso de demanda.
Por otro lado, poniendo una dirección de correo correcta, el cliente se protege también respecto a mi: si yo lo demando por haberme robado un contenido, el siempre puede esgrimir el contrato con sus datos correctos y decir: eh, que yo tenía permiso para tenerlo.
Bien, me gusta, pero no quiero que mi contenido esté accesible en Internet.
Es fácil. En el momento en que se recibe el correo que te indica que tu cliente ha aceptado tu contrato y descargado tu contenido, lo das de baja, y listo. Es cierto que durante un pequeño periodo de tiempo, tu material ha estado accesible, pero dado que la dirección web del contrato es complicada y no da pistas sobre el contenido, el riesgo es mínimo. Y aunque hubiera una descarga añadida, siempre sería previa aceptación del contrato, y por lo tanto, identificable. Puedes estar tranquilo.
Por un coste marginal, cualquier autor puede proteger su trabajo, cuando envía una muestra a un posible futuro cliente. Si eres diseñador gráfico, músico profesional, escritor, fotógrafo, etc ¿por qué no lo pruebas? Y si conoces a algun autor ¿por qué no se lo cuentas?
Mas info en la web de ColorIURIS.
2 comentarios
robert yu -
miguel galve -