Nuestro regalo de Navidad
Llevábamos varios días con niebla y temperaturas heladoras en Zaragoza. El día de Nochebuena, decidimos escaparnos del entorno gris y ver el sol, aunque sólo fuera una miaja, antes de Navidad. Es algo que sube el ánimo, y lo encontramos una buenísima idea.
Las fotos (ya están disponibles) muestran un sol radiante por encima de la boina de niebla que se ve al fondo y que cubría desde la Hoya de Huesca a todo el valle del Ebro. En la carretera Huesca-Pamplona, el día era perfecto.
De vuelta, cinco grados bajo cero otra vez, máquinas echando sal en la autovía y cencellada en los árboles. El mísmo día gris, pero ahora mágico, tras ver el sol y visto con los ojos de la blanca Navidad.
Nos arreglamos en casa, volvemos a subir al coche, y ¡vaya! (por no decir otro improperio). Llevamos la rueda pinchada. Nos tocó correr para llegar al último bus, pero conseguimos llegar a cenar a casa de mis suegros, sin ningún problema, aunque un poco justos de tiempo. Maldiciendo la mala suerte.
¿Mala suerte? Cuando el día de Navidad, ya por la mañana, nos acercamos a ver qué se podía hacer con la rueda, vimos que tenía marcas evidentes de haber circulado muchos kilómetros baja de presión. Algo que evidentemente no lo notamos en su momento, pues le hubíeramos puesto remedio.
¿Mala suerte? La rueda la vimos pinchada ya en casa. No nos quedamos tirados en Almudévar bajo la helada, ni tuvimos que esperar horas y horas una grúa, ni nos quedamos parados en el arcén. Ni reventamos la rueda, ni nos pasó algo muchísimo peor.
En realidad lo que tuvimos fué un maravilloso regalo de Navidad. A pesar de que el peligro nos rondó, sólo nos rompió una rueda, y cuando ya no nos haría pasar ninguna penuria. Y estuvimos todos juntos cenando en Nochebuena, y comiendo en Navidad. Si, un maravilloso regalo.
¡Feliz Navidad!
0 comentarios